He estado haciendo listados exhaustivos de obras tanto a solo como de cámara u orquesta que creo que deberían ocupar un lugar más importante dentro de nuestro repertorio, pero creo que por su propia naturaleza el blog puede ofrecer una información más inmediata y menos elaborada.
Por ello quiero citar a modo de guía obras específicas o autores de especial importancia dentro de nuestro ámbito.
El primero que me viene a la mente es Pierre Boulez. Su figura no necesita presentación, pues tanto en su faceta de director de orquesta como en la de compositor es un personaje de reconocimiento mundial.
Boulez ha aportado a la flauta algunas de las piezas más importantes para el instrumento de la segunda mitad del s.XX. La Sonatina para flauta y piano es probablemente la pieza más conocida por los flautistas, al menos en Conservatorios e intérpretes de primer nivel. Su dificultad técnica e interpretativa la convierten en una obra al alcance de pocos flautistas y especialmente de muy pocos alumnos. La aparición en los últimos años de grabaciones (Sophie Chérrier, Patrick Gallois...) ha creado referencias sonoras al alcance de otros intérpretes, y poco a poco será también una pieza de repertorio en los conservatorios españoles sin lugar a dudas. Además de un nivel de virtuosismo muy elevado y de una gran madurez musical, quien quiera abordar su interpretación ha de disponer de un pianista comprometido con un trabajo de una exigencia máxima.
La Sonatina fue escrita en 1946, y se suele considerar como la primera gran obra de su catálogo. Han pasado pues 64 años ya de su creación, ni más ni menos. ¡Y seguimos pensando que se trata de música "de vanguardia" o "contemporánea" o el calificativo que se le quiera aplicar!. La obra fue encargada a Boulez por Rampal, pero nunca fue tocada por él (no fue precisamente un flautista cercano a las piezas de vanguardia radical como lo fue la Sonatina en su momento). Es una obra relacionada estructuralmente a la Sinfonía de Cámara Op.9 de Schoenberg (que grabé con Zahir Ensemble para Naxos el año pasado). Como toda la música de Boulez no es una pieza de escucha fácil, pero quien tenga interés en comenzar a conocer el repertorio de la segunda mitad del siglo XX para flauta tiene ahí un punto de partida ineludible.
La siguiente obra de Boulez que concede a la flauta un papel preponderante es Le marteau sans maître, compuesta en 1955 para mezzo y seis instrumentos. Precisamente la instrumentación es una de las características más diferenciales de esta pieza. Flauta en sol, guitarra, viola, xilorimba, percusión y vibráfono conforman una agrupación difícil de imaginar a priori. El tratamiento no es compacto en casi ningún momento y suele funcionar normalmente por combinaciones camerísticas entre ellos. La estructura de la obra es tremendamente compleja, y parte de su mitificación surge de esa característica, que ha fascinado a musicólogos y compositores durante décadas.
Si la Sonatina fue una obra encuadrada dentro del serialismo estructural y por lo tanto muy pegada a una cierta tradición centroeuropea de la música y del tratamiento instrumental, Le Marteau plantea una visión algo más excéntrica de la sonoridad en general y flautística en particular.
Por un lado tiende un lazo con Schoenberg, pues la relación con el Pierrot Lunaire (otra de las piezas de cámara míticas para los flautistas) es directa. Pero como digo, la elección de la flauta alto viene determinada por la búsqueda de una sonoridad específica y unitaria en toda la obra, que actúa prácticamente como un elemento funcional central. Esta misma característica la podemos encontrar, sin ir más lejos, en la música para flauta de Debussy.
Este año he tenido la suerte de tocar Le Marteau junto al Zahir Ensemble, y ha sido una de mis más intensas experiencias musicales. La partitura supone un reto en sí misma, pues ya solamente la escritura es de una dificultad extrema. El trabajo de conjunto es la siguiente dificultad ya que la textura de la pieza exige una concentración y una conjunción máximas. Es seguramente la obra camerística más importante para la flauta en sol, del mismo modo que el Pierrot lo es al piccolo. En ella la flauta comparte protagonismo con la mezzo, con la que realiza un dúo en el tercer número. Éste comienza con un pasaje cadencial de la flauta seguido por la cantante, y tiene una relación directa con Der Kranke Mond del Pierrot de Schoenberg. A través de los nueve números el papel de la flauta va cobrando un protagonismo mayor, que se impone en el final de la obra Bel édifice et les pressentiments.
Si bien el catálogo de Boulez para la flauta no es mucho más amplio, sí que es realmente importante. La siguiente obra en la que otorga un papel preponderante a la flauta es Mémoriale, para flauta y ocho instrumentos (2 trompas, 3 violines, 2 violas y chelo). Desde Le Marteau han pasado 30 años nada menos. En este tiempo la figura siempre controvertida de Boulez ha ascendido hasta la élite cultural mundial, y la creación del IRCAM y del Ensemble Intercontemporain tras su regreso a Francia le han proporcionado unas herramientas de primer orden para desarrollar sus ideas musicales. Su evolución le lleva a la investigación con la interacción entre los instrumentos y el ordenador. Mémoriale es una obra corta (6') a modo de ensayo de una obra mayor (la idea del work in progress) que no será otra que la última gran pieza para flautas de Boulez: ...explosante fixe...
Estas experimentaciones tendrán otras ramificaciones interesantes que si puedo abordaré en otras entradas, como la pieza Jupiter de Philippe Manoury, la primera que combinó la flauta con el procesamiento en vivo de sus propios sonidos por parte de un ordenador.
El flautista que estuvo en el germen de todos estos proyectos, y solista además del Intercontemporain fue Larry Beauregard. Canadiense y estudiante entre otros de Marion en el CSNM de París, comenzaba una espectacular carrera internacional cuando murió de cáncer con 28 años, de tal modo que no pudo llegar a realizar ninguno de los estrenos de esta serie de obras con las que tanta vinculación tuvo.
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